diciembre 31, 2013

Año Nuevo
Mientras todos celebran, yo tengo ganas de llorar. Y no es de alegría, sino de una tristeza profunda. La causa: desconocida.
                En lo que va de este año he pensado mucho, más que de costumbre ¡Dios Mío si por un solo día mi cerebro dejara de ser tan deductivo, de atar cabos, de buscar sombras donde solo brilla el sol! Veo a las personas abrazarse y regocijarse por un camino ignoto. La incertidumbre de los siguientes 365 días es macabra, como la de cualquier amanecer melancólico.
                ¿Por qué la tristeza? He llegado a convencerme que mis genes están impregnados de ella. He ahí la causa. No es soledad, si siempre he estado solo. No es miedo a morir, pues cada cierto tiempo esa dama blanca me visita como una antigua amiga. Quizás saber porque me siento triste es lo que me tiene triste (¿?). Tanto miedo, tantas dudas, tanta inseguridad…
                Anoche soñé que iba al cementerio, me encontraba con familiares y conocidos fallecidos, veía gente desconocida vistiendo ropa extraña y en desuso. Vea a mis familiares vivos contemplar una tumba. Cuando todos se retiraron y me quede solo vi, quien era el difunto: yo mismo. Contrario a lo que se pueda pensar, no sentí miedo, si no paz, pues para mí la muerte es descanso no sufrimiento.

                Quedan muchos días de emociones nuevas, de conocer nuevas personas, de cerrar historias y comenzar nuevos capítulos de mi vida. Hace un año estaba convaleciente después de casi fallecer, hoy estoy triste y sin ganas. Tal vez, y lo espero con espero, en un año más pueda estar feliz.