Cada mañana el se despertaba.
Y lloraba.
Todos lo amaban.
Todos lo admiraban.
Pero su ego, era como una gota de rocío.
La noche caía a sus pies,
y el recogía las estrellas.
Cada vez eran más.
Más tibias, más hermosas.
Y al despertar, lloraba.
Cada sonrisa era un crepúsculo.
Cada amanecer se perdía en la oscuridad.
Su mirara tocaba las nubes.
Pero estaba solo.
Y al despertar, lloraba.
septiembre 13, 2009
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