octubre 04, 2006

NAUSEA


Hoy siento asco. Una nausea permanente. Imágenes entrecortadas, recuerdos difusos que vienen a mi mente me producen esta sensación de aversión total. No es algo digestivo, es algo mental, una emoción encadenada con otra. No quiero oír, no quiero hablar. No me quiero mover. Necesito solo estar quieto, con los ojos cerrados. Solo. Percibiendo con parsimonia los latitos de mi corazón, dejando escurrir el tiempo como la garúa se escurre de los techos.
Si me muevo vomito. Si vomito me desvanezco. Si me desvanezco me libero. Solo es un paso, el último en una larga secuencia de hechos.
Muchas veces deseé huir de la oscuridad, pero ahora no solo la busco sino que también la invoco y la codicio. Sombras y soledad. Sin miradas, sin gritos, sin sentimientos. Solo el vacío.
Hoy siento nausea, de la calle, de las nubes, de las personas. De los cobardes y reprimidos, de los egoístas y de los que solo piensan en su propio bienestar. Pero sobre todo siento asco de los indecisos. Aquellos son los que me provocan esos sentimientos de destierro y abandono. Esa desesperanza con la que envuelven todo, la angustia que provocan en los demás por no saber lo que quieren, lo que buscan, por ocultar sus deseos y sentimientos, por reprimir sus pasiones, por explotar cada vez la luz los roza. Por no querer amar. Quiero entrar al claustro tenebroso para no oír sus quejidos, para no percibir su respiración falsa, entrecortada, sin ganas. Para no descubrir su ambigüedad oculta, para no rozarme con sus catatónicas indecisiones. Para no mancharme con sus afectos, con sus dudas y negligencias.
El vómito y la nausea, son ellos a quienes se les debe inducir. Son ellos los que temen dar el último paso y buscar la oscuridad después del desvanecimiento. Son los temerosos a cambiar, los que viven afligidos por no saber elegir entre la luz y las tinieblas, entre el fuego y la ceniza. Temen que la lluvia opaque el cielo y humedezca la tierra, pero después de la tempestad ambicionan el ruido del viento y desprecian la calidez del sol
Dicen que el vomito es la respuesta natural a un organismo agresor, a quien se debe expulsar de nuestro cuerpo, para salvaguardar nuestra integridad. Asimismo la nausea y el vomito del alma es una respuesta a personas que nos producen aversión. Como dejamos entrar el virus en nuestro cuerpo, permitiéndole traspasar nuestras defensas, también estos otros agresores entran en nuestra vida, cada vez que voluntariamente se lo permitimos. Si los queremos expulsar viene el vómito nos sobreviene la nausea, el asco, la aversión, el resentimiento y después el vomito, ese parto nauseabundo cuyo inicio es errático y a veces prolongado, aquel clímax indeseado, como el final trágico de una novela barata. Pero la tranquilidad que sobreviene después del último espasmo, es lo que muchos buscan en las penumbras del calabozo.


Creo que ya vomité. El resultado, aquella masa informe y maloliente, se plasmó en este texto. De seguro su apariencia es informe y sin sentido, pues es el resultado de algo que ya había comenzado a digerir. Pero ya esta afuera... todo se oscurece...bienvenida la soledad.